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Política Monetaria Perú 1990-2008

En ese año la fuerte escalonada inflacionaria afectaba a todas las actividades productivas de la economía .También el déficit fiscal tuvo influencia en el incremento de precios en los últimos dos años , asimismo contrajo el gasto publico Por otro lado, como disminuyo el crédito del BCRP al gobierno y al financiamiento externo escaseaba , el gobierno incurrió en atrasarse en los pagos de proveedores.
Las tasas de inflación de 1990, el alto y creciente volumen de transacciones en dólares termino un nuevo descenso de la demanda por saldos reales de dinero con lo que la participación de este en el PBI cayo a solo 1.5%.

La expansión de la base monetaria en el crédito interno al sector público y agro .Además como la tasa de interés seguía siendo negativa en términos reales el cuasidinero en moneda nacional se contrajo pasando los activos financieros hacia moneda extranjera.
El déficit fiscal alcanzo su punto más alto en el primer semestre de 1990 (8.5%del  PBI) debido a una amplia política de subsidios, rezago de precios y tarifas públicas, reajustes mensuales de remuneraciones .Los ingresos del gobierno central  representaban solo 4.5% del PBI. Mientras que los gastos 2 veces y medio mas.

La inflación en 1989 fue de 3,000% aprox. y de 7,000% aprox. en 1990 Pago de la deuda externa limitado Expansión de la demanda interna creó desequilibrio. Dos años de crecimiento (20% PBI) y luego estancamiento con inflación Escasez de divisas.

En base a tal diagnóstico, el gobierno de García aplicó una política económica de tinte populista. Se limitó el servicio de la deuda externa (que no podía exceder el 10% de las exportaciones) y se adoptó una estrategia macroeconómica heterodoxa tendiente a reactivar la economía y controlar la tasa de inflación en el contexto de una economía orientada hacia el mercado interno. Dicha estrategia comprendía una política de ingresos (compuesta por una política salarial y una política fiscal expansivas), cuyo principal objetivo era elevar el nivel de la demanda agregada, y una política de precios (caracterizada por la congelación de algunos precios básicos, como el tasa de cambio, los precios públicos y las tasas de interés), cuyos objetivos eran controlar las presiones inflacionarias resultantes de la política de ingresos e influir las expectativas inflacionarias de los agentes económicos.

Inicialmente, la política monetaria fue restrictiva. Ello se debió a que la autoridad monetaria tenía que esterilizar el fuerte superávit en la balanza de pagos resultante de la política de limitación de pagos de la deuda externa, y reducir la tasa de crecimiento de la oferta monetaria, dado que la inflación también había sido reducido. Para ello, la autoridad monetaria aumentó fuertemente la tasa de encaje, logrando así reducir el valor del multiplicador monetario.

También se eliminó la convertibilidad de los depósitos en moneda extranjera que los distintos agentes mantenían en la banca comercial. Recién a partir de la segunda mitad de 1986 aparecerían los fuertes desequilibrios en las cuentas públicas, que serían financiados en su mayor parte mediante un aumento del crédito interno del Banco Central al sector público.
En efecto, en julio de 1990 Alberto Fujimori asumió al poder e inmediatamente inició un decidido programa de estabilización y reforma económica. Dicho programa apuntó a restaurar el equilibrio macroeconómico, mejorar las cuentas del sector público, reinsertar la economía peruana en el sistema financiero internacional y sentar las bases para el crecimiento futuro. Consecuente con estos objetivos, el programa económico buscaba, en el corto plazo, reducir drásticamente la inflación. Con este propósito se adoptó un tratamiento de shock, consistente en las siguientes medidas: eliminación de los controles de precios, tasas de interés y tipo de cambio; establecimiento de una política fiscal bajo el esquema de «caja fiscal» (equilibrio entre gastos e ingresos del sector público, además de prohibirse al Banco Central financiar eventuales déficit del sector público); adopción de un sistema cambiario flotante y unificado; adopción de una política monetaria y crediticia restrictiva; y eliminación de todo tipo de subsidios.

Este conjunto de medidas estaba plenamente justificado, porque el Banco Central tenía en ese momento una posición de cambio oficial negativa (-804 millones de dólares), y porque el Perú estaba aislado de los mercados financieros internacionales (hecho que dificultaba la obtención de un crédito de respaldo a la balanza de pagos, que hubiera permitido adoptar un sistema de tipo de cambio fijo). En vista de tales limitaciones, al gobierno peruano no le quedó otro camino que adoptar las mencionadas medidas para robustecer la balanza de pagos y controlar la inflación.
Complementariamente, y sin mediar una secuencia previamente determinada, se introdujeron luego una serie de reformas tendientes a liberalizar los distintos mercados (financieros, de bienes y servicios, y de factores) y a modernizar las instituciones económicas. Entre las principales reformas introducidas estuvieron la reducción del número y el nivel de las tasas arancelarias; la liberalización de los flujos de capitales; la flexibilización del mercado laboral; la reforma de los mercados financieros y de capitales; la reestructuración de la reforma agraria; la privatización de las empresas públicas; la reforma de instituciones como el Banco Central, la Superintendencia de Banca y Seguros, la Comisión Nacional de Valores, la SUNAT, etc.

Llegamos, finalmente, al tiempo en que vivimos, y el Perú, nuevamente, reconstruye su régimen monetario restaurando un sistema de libertad cambiaria. Surgió este gracias a la expansión de los mercados informales que prevalecieron en los años de la hiperinflación, pero la característica distintiva del nuevo régimen fue, probablemente, la bancarización de las enormes tenencias de dólares que el sector privado había acumulado para proteger su riqueza contra el vertiginoso aumento de precios. Si bien este hecho equivalió a una entrada de capitales, también provocó una peculiaridad, que devendrá en decisiva para el funcionamiento del nuevo régimen monetario. En efecto, los depósitos denominados en moneda extranjera no pueden considerarse con precisión activos internacionales, pues el contrato financiero involucra en ambos extremos a dos residentes peruanos, aunque el público los perciba como tales. En realidad, el nuevo régimen se basa en una ilusión construida combinando en un solo activo financiero un procedimiento de indexación al dólar y un compromiso de convertibilidad que estipula el cambio de los depósitos a una tasa de cambio fija de uno a uno con la moneda americana. Frente a estos depósitos se oponen aquellos denominados en moneda nacional, cuya tasa de cambio respecto del dólar se determina en un régimen de flotación sucia. Desde esta perspectiva, el Banco Central de Reserva administra, en realidad, de forma simultánea, dos monedas: los dólares emitidos en el Perú, y los nuevos soles emitidos también en el Perú. Para los primeros, utiliza un régimen de tipo de cambio fijo, y, para los segundos, un régimen de tipo de cambio flexible. No es sorprendente, por esta razón, que el sistema combine las propiedades de ambos regímenes cambiarios.
Para los próximos 10 años se esperan inversiones de US$ 25.000.000,000 para actividades mineras; US$20.000.000.000 para inversiones en energía y petróleo; US$20.000.000.000 en industria; US$12.000.000.000 en comercio; US$ 8.000.000.000 en agroindustria; y más de US$5.000.000.000 en turismo. Debido a grandes descubrimientos de reservas de gas y petróleo, es de esperarse que para el año 2010 el Perú se convierta en un país exportador de petróleo, después de haber sido importador neto desde hace décadas.  Sin embargo, a pesar del dinamismo económico de los últimos años, las pasadas crisis económicas y las drásticas medidas neoliberales han conducido a una fuerte descapitalización de la economía nacional, con una insuficiente presencia de grandes empresas nacionales mientras se favorece abiertamente la de capitales extranjeros que gozan de exoneraciones tributarias y reinvierten escasamente las ganancias en el país. Pero por otro lado las exportaciones no tradicionales de las cada vez más numerosas Mypes hacia nuevos mercados especialmente de Asia, en los últimos años, aunque tímidamente, manifiestan un constante crecimiento mejorando las perspectivas generales.

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