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Plan Nacional de Desarrollo Energético en Chile

La estrechez energética que sufre actualmente Chile, y particularmente su vulnerabilidad en el sector eléctrico, muestra con claridad los errores y falencias en la política energética de las últimas décadas. Desde la perspectiva ciudadana las principales causas de la vulnerabilidad energética en Chile se deben a la aplicación de una doctrina de mercado y de neutralidad tecnológica; a la externalización de los costos ambientales y a la confusión entre las prioridades del negocio energético y las necesidades energéticas del país.

Seis son los factores de vulnerabilidad que enfrenta el sector energético en Chile: excesiva dependencia de combustibles importados; baja diversificación de fuentes y abastecedores en el sector eléctrico; ausencia de la dimensión ambiental en la planificación energética; inexistencia de objetivos de eficiencia en el uso y la gestión de la energía; inequidad en el abastecimiento y pago de servicios energéticos, y rol secundario del Estado en la política y la planificación energética. 
Factor 1: Chile es un país altamente dependiente de combustibles externos: importa 97 por ciento del petróleo, 84 por ciento del carbón y 78 por ciento del gas natural. Hoy la matriz primaria y secundaria del país muestra sobre 70 por ciento de dependencia externa (CNE, 2006). Simultáneamente el país sufre un atraso alarmante en el conocimiento y aprovechamiento de sus propios recursos naturales energéticos; y particularmente sobre los renovables no convencionales como la geotermia, eólica e hidráulica. La única excepción son las represas hidroeléctricas de gran escala.

Factor 2: La baja diversificación de fuentes en el sector eléctrico y su excesiva dependencia de la hidroelectricidad, provocó una grave crisis durante los periodos de sequía en los años ochenta y noventa, restringiendo la actividad productiva y racionando la electricidad en los hogares. En respuesta a ello, la lógica de la diversificación se concentró casi exclusivamente en la alternativa más barata de turno, que a la época era el gas natural proveniente de un solo país abastecedor: Argentina.

El gas natural desde fines de los noventa se transformó en la alternativa estrella. Esto explica que el Plan de Obras de la Comisión Nacional de Energía 2003-2013 —incluso ya iniciada la crisis de abastecimiento—, todavía mostraba un futuro eléctrico casi exclusivamente sustentado en centrales a gas natural.

Factor 3: La mirada convencional centrada en el negocio energético ignoró los límites ambientales. Como consecuencia de ello, Chile enfrenta actualmente restricciones atmosféricas objetivas en casi todas las regiones del país, lo cual le impide continuar con su política energética limitada a priorizar el combustible más barato disponible en el mercado. Sobrepasar normas ambientales implica graves impactos a la salud, y por tanto la obligatoriedad de establecer Planes de Prevención y Descontaminación. En los últimos años los gobiernos han debido declarar zonas latentes y saturadas de algunos contaminantes atmosféricos e iniciar estos planes en las regiones de Antofagasta, de Atacama, del General Bernardo O’Higgins, del Biobío, de la Araucanía y Metropolitana; también se enfrentan límites manifiestos en la Región de Valparaíso y la de Aysén. Descartar las dimensiones ambientales en la política energética le ha costado a Chile la pérdida de territorios y recursos naturales; y también conflictos étnicos y políticos, a los cuales hoy se suma una creciente tensión entre el sector de la generación eléctrica y los demás sectores productivos.
Factor 4: Chile es un país intensivo en energía, su crecimiento energético es casi 30 por ciento superior al crecimiento económico, y en años recientes la demanda de electricidad llegó incluso a duplicar al PIB. Desde mediados de los ochenta hasta el año 2000, la demanda de Chile por derivados del petróleo creció a una tasa promedio anual de 5,9 por ciento, y la demanda eléctrica en un 8,2 por ciento (Balance de Energía, CNE 2005). A partir de 2000, el crecimiento de la demanda eléctrica ha superado largamente al PIB. Incluso hoy en un escenario de crisis de abastecimiento, a septiembre pasado [2006] la demanda energética subió a 6,3 por ciento en el Sistema Interconectado Central (SIC), y sigue en ascenso, aun cuando el crecimiento de la economía nacional no remonta el 5 por ciento, y el Índice Mensual de Actividad Económica (Imacec) de octubre no superó el 3 por ciento. Ello presenta excesiva intensidad energética por unidad de producto, lo que evidencia ineficiencia energética. Si queremos mejorar nuestro desempeño, ahorrar importación de petróleo, reducir la contaminación y ganar en competitividad debemos ser más eficientes.

Factor 5: Actualmente en Chile, los sectores más pobres de la población son los que pagan un mayor porcentaje de sus ingresos por los servicios energéticos. El pago que dichos sectores hacen por energía básica es altísimo en relación con los sectores de mayores ingresos económicos. Esta inequidad también se da entre las regiones del centro del país y las regiones extremas. En regiones como la de los Lagos y la de Aysén en la zona sur, la población debe pagar en muchas localidades entre 30 y 90 por ciento más por la energía en relación a cualquier habitante de Santiago. Esta es una situación urgente a enfrentar por el gobierno y el sector privado, pues en esas regiones existen alternativas para suministrar energía a menor costo.

Factor 6: El rol secundario del Estado en la determinación de la política y planificación energética. Desde nuestra perspectiva, este ha sido el factor fundamental de los problemas que el país enfrenta en el sector y razón principal de la crisis de la política energética vigente. En Chile existe una excesiva concentración de la propiedad y la gestión energética en pocos actores privados. Por ejemplo, sólo dos compañías, Endesa y Colbún, concentran 70 por ciento de la generación eléctrica del SIC. Esta situación, junto a la concentración en la distribución, ha implicado poca maniobrabilidad del Estado para planificar y orientar la política energética.

En Chile, avanzar hacia un desarrollo energético sustentable en lo económico, social y ambiental, requiere un cambio profundo del patrón convencional sesgado al mercado y una fuerte innovación en las tecnologías y combustibles tradicionalmente dominantes. Los principales desafíos a emprender son: desarrollar una estrategia integrada de recursos energéticos y un Plan Nacional de Desarrollo Energético; diversificar la matriz con énfasis en recursos energéticos renovables y nacionales; implementar una estrategia de eficiencia energética; mejorar el acceso y descentralización energética en el país; multiplicar los actores que participan en la generación, transmisión y distribución de la energía, y avanzar hacia una política fiscal funcional a los objetivos de seguridad y sustentabilidad energética. Todos estos desafíos requieren un activo rol del Estado para su implementación.

En primer lugar, la planificación integrada de recursos permitiría al país —a partir de sus proyecciones de desarrollo y de necesidades energéticas—, evaluar de manera integral las mejores opciones disponibles para el desarrollo del sector, incluyendo en la evaluación las fuentes nacionales disponibles, el potencial de eficiencia energética, el precio de los combustibles externos, la disponibilidad tecnológica, los requerimientos ambientales, los factores de seguridad y vulnerabilidad y las prioridades del desarrollo nacional, regional y local.

El segundo desafío para avanzar hacia la sustentabilidad y seguridad energética en Chile es introducir en la matriz fuentes de energías nacionales, y limpias, con el objeto de superar los altos niveles de dependencia externa, lograr mayor independencia energética, reducir la contaminación y aumentar el empleo.

El tercer desafío para un desarrollo energético sustentable es mejorar los niveles de eficiencia en el uso de la energía, con el fin de desacoplar el consumo de energía y el crecimiento de la economía.

El cuarto desafío es mejorar los niveles de equidad en relación a la provisión y pago por servicios energéticos.

En quinto lugar, el Estado debe recuperar su rol en la orientación de la política y planificación energética. La excesiva concentración de los actores que actualmente generan y distribuyen la energía en Chile, es una limitante fundamental de la sustentabilidad en dicho sector, porque implica poca flexibilidad para manejar los distintos componentes de la política energética.

Finalmente, se requiere una política fiscal que sea funcional a los objetivos de seguridad y sustentabilidad energética, a la internalización de costos ambientales y a la compatibilidad con el desarrollo regional. Actualmente es perfectamente posible generar una política fiscal en esta dirección. Chile entregó en el pasado un subsidio millonario a los combustibles fósiles a través del Fondo de Estabilización del Petróleo y hoy sólo se están asignando dos millones de dólares para el concurso anual para fuentes renovables. El marco legal y la política fiscal actual no permiten avanzar sustantivamente en el desarrollo y diversificación energética en base a Energías Renovables No Convencionales, ERNC. El país requiere un sistema de planificación energética con voluntad de incorporar sustantivamente estas nuevas fuentes y crear condiciones que reduzcan el riesgo y la débil apertura del sector financiero a estas energías.

Actualmente existen grandes oportunidades en el contexto nacional e internacional para avanzar: por un lado enfrentamos un incremento de los precios del petróleo y del gas natural, lo que implica gran volatilidad en el mercado de los principales combustibles fósiles.

Al mismo tiempo, existe una disminución sostenida del costo de las tecnologías para aprovechar las ERNC en el área solar, hidráulica y eólica principalmente, lo que hace que estas últimas prácticamente estén a nivel de competitividad con los energéticos tradicionales y en algunos casos con ventaja por la estabilidad que generan, por la no dependencia de energéticos comerciales externos y un mejoramiento del empleo.

“Actualmente, el principal impedimento en nuestra imaginación colectiva es nuestra ridícula obsesión por mantener todos los automóviles funcionando por cualquier medio”.

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