No siempre Cristina Kirchner opinó que el tipo de cambio debía tener una evolución homogénea y así evitar las alteraciones bruscas que parecen "serruchos" en los gráficos.
Por el contrario, hubo un tiempo no muy lejano en el que estuvo dispuesta a convalidar una suba del dólar del 27% en un año (el doble del ritmo actual) para recuperar la competitividad perdida. Ocurrió durante la última recesión, sucedida entre finales de 2008 y mediados de 2009.
Aquella fue una crisis breve pero intensa, con una caída de la actividad que los analistas privados estimaron en 3,5% del PBI.
La economía sufría por un escenario externo traumatizado por la debacle financiera estadounidense, donde todos los países vecinos habían devaluado sus monedas.
Y el Gobierno, en ese momento, no dudó en echar mano de la política cambiaria como una herramienta para atenuar las consecuencias de los coletazos globales.
Es así que el dólar, que en septiembre de 2009 cotizaba a $3,01, pasó 12 meses después a un nivel de $3,82.
Como la inflación en ese período estuvo en torno de 15%, esa jugada implicó una recuperación real de competitividad cambiaria para la economía argentina.
Hoy, ante un enfriamiento de la actividad, la actitud del Gobierno es diferente. Si bien es cierto que ha acelerado la tasa devaluatoria, todo indica que el deslizamiento del dólar será del 15% sobre fin de año, mientras que la inflación estará diez puntos por arriba (25%), lo que implica una nueva pérdida de competitividad en un contexto en el que los países vecinos han devaluado sus monedas.
El influyente economista Miguel Bein marca el contraste entre la política argentina respecto de la que aplica Brasil.
Brasil mejora la competitividad de la industria:
- Abaratando su moneda, de 1,56 a 2 reales por dólar.
- Bajando agresivamente la tasa de interés, de 12,5% a 8,5%.
- Recurriendo a la aplicación de incentivos fiscales.
También Ramiro Castiñeira, analista de la consultora Econométrica, observa esos caminos divergentes ante el menor flujo de capitales: "Mientras Brasil toma medidas para salir de la trampa y aprovechar el contexto, Argentina toma medidas para consolidarla".
Cambio de foco
En los últimos días han proliferado los informes e investigaciones de economistas que demuestran que, se utilice el parámetro que se utilice, la situación del dólar en Argentina refleja un fuerte retraso cambiario.
Ya sea medida en esa moneda o contra los precios de los países con los que la Argentina tiene relaciones comerciales (el "tipo de cambio multilateral"), hoy la situación está muy cerca de la existente en el 2001.
Lo cierto es que hoy, para el Gobierno, devaluar de manera brusca se ha transformado en una "mala palabra".
Puede parecer raro para un modelo que se jactó de tener entre sus pilares un tipo de cambio competitivo. Pero las declaraciones de los funcionarios K no dejan dudas respecto de que una corrección abrupta no es una opción en carpeta.
"Quedaron atrás los tiempos en que se buscó la competitividad a través de la rebaja del salario o la búsqueda de una ventaja cambiaria", definió el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, en un reciente foro con empresas.
Y más explícita aun fue la titular del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, en entrevistas con medios afines al oficialismo.
Al justificar la prohibición de comprar dólares para atesorar, la funcionaria explicó que, ante una situación de escasez de divisas, hay tres opciones: "Aceptar una variación brusca del tipo de cambio, financiar la fuga de capitales con endeudamiento externo o limitar transitoriamente el acceso a los dólares demandados para ahorro".
E, inmediatamente, agregó que "las primeras dos alternativas están en las antípodas de la política del Gobierno".
En otra entrevista señaló que "acá no va a haber una devaluación porque no hay condiciones estructurales para ello".
¿Más costos que beneficios?
¿Por qué motivo un Gobierno que hace tres años -frente a una crisis global- no dudó en abandonar un tipo de cambio casi fijo y devaluó sensiblemente, hoy considera casi "ofensivo" cualquier insinuación respecto de que la cotización del dólar está atrasada y agrava el enfriamiento que ya se está sintiendo en las empresas?
Los expertos tratan de interpretar la psicología de los funcionarios K.
Martín Redrado, extitular del BCRA, es contundente al interpetar el fundamento de esta resistencia a devaluar: "La Presidenta tiene mucho temor de mover rápido el dólar. Es que el Gobierno siempre tiene miedo de que pueda haber una corrida cambiaria, ver a la gente en la calle peleando por sus ahorros. Y por lo tanto, la instrucción que ha dado Cristina Kirchner es que el tipo de cambio se mueva pero que no se note".
Para Eduardo Curia, uno de los economistas que ha defendido con más énfasis la necesidad de un tipo de cambio alto (y que en 2009 todavía era asiduamente consultado desde el Gobierno), hubo un cambio de actitud.
"En aquel momento se recuperó competitividad sin que hubiera presión inflacionaria. Pero ahora los funcionarios tienen una convicción distinta, porque se acostumbraron a la idea de que el tipo de cambio es un ancla de los precios", observa Curia.
Totalmente escéptico sobre la efectividad de "devaluar de a poquito", este economista percibe que ahora predomina en el kirchnerismo un temor asociado al movimiento del dólar.
"Se lo ve como un adormecedor de una mayor inflación. Y es probable que piensen que una corrección cambiaria traiga aparejada una ola de reclamos salariales", afirma.
En tanto, para Gastón Rossi, que ocupó el cargo de viceministro de economía en el inicio de la gestión de Cristina Kirchner, el factor que debe estar predominando en la toma de decisiones es el temor a una caída de la demanda interna.
"Es fácil casarse con el atraso cambiario, por esa sensación ficticia de bienestar que genera, y por su capacidad de dinamizar el consumo", destaca el analista.
Y agrega que "en un momento como este, en el que la economía se enfría, desde el Gobierno se debe percibir que una devaluación dejará sin efecto ese empuje consumista".
Para este analista, una devaluación brusca tendría hoy un riesgo asociado, en la medida en que no se inscriba en un plan económico más integral.
Más enfático aun es Diego Giacomini, economista jefe de Economía&Regiones, para quien el Gobierno "no devalúa más rápido porque le tiene miedo a una disparada inflacionaria".
Y, desde su punto de vista, no le falta razón: "Una corrección fuerte hoy provocaría un efecto de muy corto plazo, porque inmediatamente daría lugar a un contagio a los precios, con lo que cualquier ganancia de competitividad se terminaría diluyendo".
Según Giacomini, hoy no hay condiciones como para repetir la misma estrategia con la que se intentó combatir la recesión de 2009.
"Actualmente la inflación es el doble que la de aquel momento. La situación fiscal está desbordada. Y encima hay más inflación que está contenida y que, ante una suba del dólar, se sinceraría", sostiene.
Billetera verde mata equilibrio fiscal
Más allá del debate sobre si hoy sería beneficioso o no una mayor devaluación, lo que a todos los analistas les queda en claro es cuál es el nuevo gran objetivo, y al cual se supedita el resto de las variables: las reservas del Banco Central.
Argentina fue el único país que no logró incrementarlas en el último año, a diferencia de Brasil, Chile o Perú que las engrosaron sustancialmente.
Para cumplir esa meta, es claro que cuanto más barato esté el dólar es mejor, dado que se les debe pagar menos pesos a los exportadores cuando liquidan sus divisas.
En cambio, la otra caja -la de los pesos, que surge de los impuestos que se cobra internamente-, se ve perjudicada, porque recauda menos de lo que podría con un tipo de cambio más alto.
"Lo que hay que agradecerle a Marcó del Pont es su sinceridad en blanquear que las restricciones cambiarias están vinculadas con la imposibilidad del Gobierno de financiarse en el mercado externo y no por un control tributario, tal como se dijo en un comienzo", apunta Curia.
Y advierte que al elegir ese objetivo el Gobierno encuentra una paradoja: cuanto más se enfría la economía, más aliviada es su situación cambiaria, porque cae la demanda de divisas para importar.
También observa este problema Nicolás Dujovne, execonomista jefe del Banco Galicia: "El gran inconveniente del Gobierno es que asocia el bienestar con la acumulación de reservas. Y al ver la causalidad inversa termina dañando el nivel de actividad y el empleo".
¿Cuánto aguanta?
En todo caso, lo que está por verse es si la actual política de deslizar el tipo de cambio de a cuentagotas, a un ritmo muy inferior al de la inflación, será sostenible o no.
Para el consultor Miguel Angel Broda, habrá un test de estrés para el Gobierno en octubre cuando, por una cuestión estacional, se verá ante la disyuntiva de acelerar el ritmo devaluatorio o desdoblar el mercado en varios tipos de cambio.
Otros analistas, como Bein, creen que el dólar oficial puede cotizar a $4,93 a fin de año y que en los próximos meses se puede prever "una moderación de la histeria cambiaria", aunque advierte que eso sólo ocurrirá si se deja de lado "la creatividad en el anuncio de nuevas medidas cambiarias".
Hay quienes creen que, inevitablemente en el mediano plazo, las inconsistencias de la política económica llevarán a una corrección forzosa.
Como Federico Muñoz, un consultor para quien las medidas represivas no sólo no corregirán el atraso cambiario, sino que lo acentuarán. "La prohibición de atesorar dólares sólo pospone lo que tarde o temprano se terminará verificando: una devaluación sensible del peso, tanto mayor cuanto más tiempo perduren los desequilibrios", advierte.
En lo que sí hay consenso es en que, cada vez más, los funcionarios se dedicarán con mayor esfuerzo a practicar la "danza de la soja".
Es que, con una cosecha que se pronostica buena en el ámbito agrícola (ya se habla de 55 millones de toneladas para 2013, contra los 40 millones de este año) y una cotización a u$s600, otro tubo de oxígeno aparece a la vista.
Aunque el costo, una vez más, sea el de seguir posponiendo las medidas de fondo y la aplicación de un plan económico integral.
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