Con US$ 7 millones de gasto anual e ingresos de solo la mitad, hasta hace unas semanas Alianza Lima era un club insalvable. Esta es la historia del rescate gestado por su administradora temporal, Susana Cuba, y por los miembros de su Comité Consultivo. La medida más dura fue reducir la planilla de los futbolistas, que pasó de US$ 450 mil al mes a US$ 234 mil. Cinco de ellos no aceptaron el recorte y se fueron. Los demás entendieron que su sacrificio era fundamental para salir de la crisis.
El día en que Susana Cuba llegó a trabajar al club y se topó con un perro en la antesala de su oficina entendió que el problema de Alianza Lima no era solo la falta de plata. Lo confirmó otro día en que salió de una reunión con el hombre que le hace el mantenimiento al campo principal y encontró que la barra del Comando Sur estaba jugando una pichanga sobre ese mismo pasto por el que tenía que pagar 15 mil soles mensuales. Pidió que los saquen, mandó memos, advirtió que si se permitía otra vez el ingreso de gente extraña los memos serían con copia al Ministerio de Trabajo. “Esto era un desorden. Acá había informalidad, falta de respeto a las normas... La gente hacía lo que le daba la gana”, dice.
Cuba está sentada en el sillón que hasta febrero solía ocupar Guillermo Alarcón, el gran culpable de esta crisis. La oficina es austera por necesidad, no por estilo. El sofá de cuerina negra que tiene frente al escritorio se está descosiendo tristemente. No hay teléfono ni Internet. Hay energía eléctrica gracias a que Luz del Sur aceptó refinanciar la deuda. En las ocho semanas que lleva aquí, la administradora temporal de Alianza ha tenido que enfrentar la crisis financiera, pero también la desidia.
“El primer día que vine mi impresión fue de que este era un local abandonado. No había empleados. No había luz. Todo estaba cerrado, empolvado... abandonado”.
No fue desidia sino viveza lo que hizo que ‘Pocho’ Alarcón nunca le entregara los documentos contables que le permitirían conocer a qué se enfrentaba. Con la ayuda del Comité Consultivo que designó la Federación Peruana de Fútbol para asistirla, Cuba logró reconstruir las operaciones efectuadas por el ex presidente del club y entender la magnitud de la crisis.
“Alianza Lima cuesta 7 millones de dólares al año y recibe la mitad, unos 3,5 millones”, dice. Al mes, gasta en promedio 590 mil dólares, la mayor parte de los cuales se va en los salarios del primer equipo y del comando técnico, y el resto en las planillas de los trabajadores, el mantenimiento del estadio, las concentraciones, los servicios, la comida, las medicinas...
Los mayores ingresos, en teoría, son los derechos de televisión y los sponsor. En teoría, porque el año pasado Nike (el sponsor más fuerte) adelantó a Alarcón el pago de todo el 2012. Y porque hasta mayo, Cable Mágico Deportes no le pagaba al club sino que depositaba las mensualidades (102 mil dólares, menos impuestos) en la cuenta de un tercero al que el ex presidente había cedido el derecho de cobranza. Cuba no quiere dar nombres, pero socios del club informaron que se trata de la empresa Inverfactoring. La empresa, claro, es de un amigo de ‘Pocho’.
SALARIOS IRREALES
Antonio Choy es uno de los cuatro miembros del Comité Consultivo, junto al ex campeón de atletismo Alfredo Deza, el sociólogo Aldo Panfichi y el publicista Alejandro Herrera (todos socios de Alianza desde hace mucho). Aunque en el papel su labor es la de un consejero deportivo, Choy ha terminado desempeñando un rol muy activo en asuntos como conseguir plata para pagar a los jugadores y en convencerlos de las medidas propuestas por Cuba para equilibrar las finanzas. La más difícil de todas ellas –y la más sonada– fue la de reducir sus salarios a la mitad.
En enero, cuando todavía contaba con Johnnier Montaño, Cristian Ramos, Óscar Vílchez, Luis Trujillo y Paolo Hurtado, la planilla de Alianza costaba 510 mil dólares mensuales, incluidos impuestos. Después de que estos futbolistas se fueron, hartos de las deudas, la planilla bajó a 450 mil. “Era una planilla irracional, con nuestros ingresos no se podía mantener”, dice Choy, sentado ante una Coca Cola con hielo en un café de Surco. Nos habla de un futbolista, que hace poco dejó el club, que ganaba 20 mil dólares y de otros que ganaban 13 mil o 15 mil. “Era irreal”.
Consciente de que era necesario sincerar los sueldos, la administradora temporal comenzó la negociación.
La primera reunión, el 13 de junio, le fue adversa. Cuba convocó al plantel a su oficina para explicarles el estado financiero de la institución. Su anuncio de que habría recorte de sueldos provocó expresiones de malestar. Cuba le llamó la atención a José Carlos Fernández diciéndole que él, que tenía estudios superiores, debía comprender la situación. Juan José Jayo la atajó: “Señora, nosotros no somos burros, también entendemos, así que diríjase a todos de la misma manera”. Ella le dijo que no era su intención ofender. “Pues lo está haciendo”, le retrucó el capitán. El equipo se retiró enojado y en los siguientes días sus principales figuras advirtieron en los medios que no aceptarían recortes.
LOS AUMENTOS DE 'POCHO'
Susana Cuba busca en su computadora portátil las planillas que encontró en abril. “Espérate, por acá están... es que no sabes cómo les doy vuelta”, dice riéndose. Se ha pasado todo junio revisándolas, comparando salarios de unos futbolistas con otros, buscando fórmulas para no perjudicar a los jugadores, pero tampoco al club. “Creo que ya las chanqué... ah, no, espérate”, dice y reemprende la búsqueda.
Antes de formular las propuestas individuales a cada jugador, Cuba analizó cada caso junto al Comité Consultivo. Identificaron a los que más ganaban y conversaron con el técnico José Soto sobre su rendimiento. La Asociación Deportiva de Fútbol Profesional (ADFP) le proporcionó las bandas salariales del medio local, que le sirvieron como una referencia para saber cuánto percibían las figuras de cada club y cuánto los de bajo nivel.
Había un factor adicional a tomar en cuenta. Antes de irse, Alarcón había firmado con numerosos jugadores adendas o contratos nuevos que les otorgaban gruesos aumentos, algunos inexplicables. “Yo he encontrado los contratos con adendas”, dice Antonio Choy. “Creo que algunos jugadores se aprovecharon de Alianza en complicidad con el anterior presidente”. El caso de Manuel Corrales es ejemplificador. El lateral ganaba 8 mil dólares, en 2013 iba a ganar 10 mil y en 2014, 12 mil. “Nosotros sabemos que en el mercado él no vale eso”, dice Choy. Cuando le consulto a Cuba sobre el tema, dice: “Ese contrato era lesivo para el club. Lo normal es que a medida que pasen los años un jugador de su edad gane menos, pero en su caso era al revés”. La situación del delantero Miguel Curiel era parecida. Cuba y sus consejeros decidieron prescindir de ambos. Y los despidieron.
UN ESFUERZO COLECTIVO
Juan José Jayo mira la piscina ubicada en la entrada de la Villa Íntima. El agua empozada, de un verde náusea, es otro reflejo del abandono en el que ha vivido el club por años. Otro es el hecho de que la Villa Íntima no pueda ser usada en las concentraciones por su mal estado. Y otro, el pasto salvaje del campo en el que entrena la Categoría 94, a unos metros de donde estamos. Jayo lleva en el club 21 años y ha visto a los malos dirigentes y a los peores. Pero no duda en señalar que esta es la peor época que le ha tocado vivir.
A pesar del encontronazo con Cuba en la reunión del 13 de junio, Jayo fue uno de los primeros en comprender que el ajuste salarial era necesario. Lo conversó muchas veces con sus compañeros. “Les decía a los chicos ‘pensemos un poco, el club no tiene de dónde pagar. Nos vamos de acá y qué hacemos. En agosto recién se abre el libro de pases, qué hacemos parados y quién te contrata si la mayoría tiene su plantel completo. Y cuánto crees que vas a ganar si te vas para allá’”. La semana pasada se encontró en el estacionamiento con Edgar González, uno de los que más se resistió al ajuste, y le dijo: “Negro, date cuenta de que al final no te están reduciendo. La plata restante la vas a recibir más adelante”. A pesar de sus palabras, el recio volante no aceptó y se fue.
Jayo tenía razón. Para mediados de junio, Susana Cuba ya había encontrado una fórmula que no recortaría los sueldos sino que los reprogramaría: los futbolistas recibirían entre el 50% y el 60% de su salario (se negoció cada caso) y el resto les sería pagado en cuotas durante el proceso de reestructuración, a partir del 2013. La mayoría de jugadores aceptó. Según señala la administradora de Alianza, los pocos que no lo hicieron fueron Edgar González (ganaba 12 mil dólares, sin impuestos), Cristofer Soto (10 mil), Edison Aubert (7 mil) y José Carlos Fernández (14 mil). El caso de este último es particular (ver recuadro).
El viernes 29 de junio, cada uno de los integrantes del plantel estampó su firma en sus nuevos contratos. A los chicos que recién han subido al primer equipo, y que ganan menos de mil dólares, no se les tocó el sueldo (de hecho, la idea es aumentarles pronto). A todos los demás se les reajustó. Quienes tenían aumentos sospechosos otorgados por Alarcón renunciaron a ellos. Susana Cuba quedó feliz.
La administradora temporal del club y su Comité Consultivo consiguieron reducir una planilla de 450 mil dólares mensuales, con impuestos, a una de 234 mil. Casi a la mitad. “Nos costó. Las negociaciones fueron duras, complicadas, porque el mundo del fútbol es así. Ningún taller de negociación te enseña esto”, dice Susana Cuba, luciendo una sonrisa de satisfacción, en su oficina. Los problemas no han acabado; a los íntimos los ronda desde hace meses la amenaza del descenso por culpa de Alarcón: el club fue sancionado por no pagar las planillas de febrero y marzo y si se atrasa un mes más se irá a Segunda. Pero los dirigentes consultados para esta nota coinciden en que el reajuste salarial le da a Cuba oxígeno para evitar un nuevo atraso. Se ha ajustado duro, fuerte. Y ahora lo que toca es concentrarse en conseguir plata.
Susana Cuba sale al Palco Azul, el de los dirigentes. En las últimas semanas la prensa la criticó sin clemencia. Dice que nunca les hace caso pero que un día un periodista de televisión la atacó tan enconadamente que sus hijas le preguntaron qué le había hecho a ese señor, por qué la odiaba tanto.
Ahora mira el estadio vacío. Dos obreros se ocupan del mantenimiento del campo. Curiosamente, dice que nunca ve jugar al equipo porque le da miedo que pierda. Hay una cierta calma en su rostro cuando mira el color del pasto ahora que avanza la tarde. Esta vez ningún extraño ha invadido la cancha. Desde que ella llegó, todo parece transcurrir en paz.
’ZLATAN’, ¿ÍDOLO DE BARRO?
José Carlos Fernández ganaba 14 mil dólares mensuales, sin impuestos, y era uno de los jugadores que se negaba a que le reajusten el sueldo. Antonio Choy cuenta que, considerando que se trataba de un hombre clave en el equipo, un grupo de socios ofreció poner la diferencia que dejaría de depositarle el club. Susana Cuba les dijo “si quieren hacer eso, allá ustedes que son hinchas”. Pero Fernández no aceptó. “Le dijo a Susana ‘me voy, mi familia me presiona, mi mujer está harta de los problemas de Alianza’”, dice Aldo Panfichi. Un día se apareció en la oficina de Cuba con una carta del club César Vallejo, que ofrecía pagarle 20 mil dólares. Ante la imposibilidad de pagarle lo mismo, y ante su insistencia por irse, Cuba decidió dejarlo libre. A cambio, Fernández aceptó renunciar a una deuda de 15 mil dólares que le tenía el club. Y se fue. Y cuando todos esperaban que apareciese en Trujillo, fue presentado en el Argentinos Juniors. “Si hubiera dicho la verdad, Argentinos hubiera tenido que pagar a Alianza por la operación”, dice Panfichi. “Yo calculo que podía haber dejado entre 50 mil y 100 mil dólares por su carta pase”, explica Choy. Consultado al respecto, Juan Jayo dice: “Yo no lo entiendo. Él decía que era hincha, besaba la camiseta... Pero cuando tuvo la posibilidad de ayudar al club...”, dice. Y se limita a mover la cabeza.
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