Han pasado ya nueve meses desde que Grecia empezó a llenar de titulares los periódicos de toda Europa. Siempre para dar noticias malas, que luego resultaban muchísimo peores. Lo que en un principio parecía un problema más, provocado por un Gobierno manirroto, ha acabado por poner de rodillas a toda la zona euro. Mientras, los inversores han aprovechado estos meses turbulentos para usurpar los despachos de los gobernantes y condicionar al máximo las decisiones de estos.
El endeudamiento excesivo despertó dudas sobre la capacidad de algunos países de hacer frente a sus compromisos, lo que empujó a un endurecimiento de las condiciones de crédito hasta niveles insoportables. Es este un círculo vicioso que Europa ha intentado romper varias veces con declaraciones de apoyo a los socios más débiles de la eurozona. Y varias veces se ha encontrado con una misma respuesta de los inversores: los Gobiernos anunciaban su respaldo a Grecia, los mercados se henchían de alegría para venirse abajo más tarde, decepcionados por la falta de concreción de la ayuda o por su insuficiencia.
El problema es que las cantidades comprometidas han sido cada vez mayores: se empezó hablando de 45.000 millones de euros, luego se pusieron sobre la mesa 110.000, y la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI) acabaron el domingo pasado aprobando un paquete que puede llegar hasta los 750.000 millones. Cantidad a la que hay que añadir el dinero que usará el Banco Central Europeo (BCE) para comprar deuda soberana de los países con problemas más acuciantes, cuyo importe sólo conocen las altas instancias del organismo que preside Jean-Claude Trichet. El objetivo de este oscurantismo es evitar la especulación. "Cuanto más se aumentaba el volumen del rescate, más se veía la magnitud del problema. Porque suponía un alivio momentáneo, pero luego asustaba darse cuenta del agujero al que nos estábamos enfrentando", sostiene Juan Ignacio Crespo, analista de Thomson Reuters.
Y no es dinero lo único que está en juego. La propia unión monetaria ha visto cómo se movía el suelo bajo sus pies durante estos meses. "Al presentar varios planes de rescate, Europa ha malgastado mucha credibilidad. Han pensado que podían utilizar la disuasión para tranquilizar a los mercados, pero no ha funcionado. Es como si Estados Unidos amenaza a Corea del Norte con la bomba atómica. Una vez que no la tira, ya nadie le va a creer en sus amenazas. Y Europa ha lanzado muchas amenazas no creíbles", dice Luis Garicano, de la London School of Economics.
Nada más ser elegido primer ministro en octubre del año pasado, el socialista Yorgos Papandreu se encontró un montón de basura bajo las alfombras de su residencia oficial ateniense. A las pocas semanas de su nombramiento se vio obligado a reconocer ante la Comisión que el anterior Gobierno había falseado las estadísticas y que Grecia no acabaría el año con un déficit del 3,7%, sino del 12,5% del producto interior bruto. Al final ha sido incluso mayor, del 13,6%.
Lo peor de todo es que en Bruselas nadie se sorprendió por las trapacerías contables helenas. "Sabíamos que Grecia nos estaba engañando. Cuando entraron en el euro en 1999 ya se vio que había problemas", reconoció en una entrevista con este periódico el comisario de Comercio, Karel De Gucht. Sin embargo, Eurostat, la agencia estadística de la Comisión, dio por buenos los datos que le enviaba Atenas sobre inflación, déficit y deuda.
Los que sí se encargaron de sancionar las mentiras griegas fueron los mercados. La prima de riesgo -la diferencia que Atenas tiene que pagar por su deuda respecto de Berlín- comenzó su carrera ascendente a partir de octubre... y no ha parado hasta la semana pasada.
Si el Tesoro griego tenía que pagar en octubre del año pasado unos intereses del 4,5% por los bonos a 10 años, este porcentaje rozó a principios de este mes el 12,5%, un interés insostenible. Pocos días después de que en la madrugada del pasado 9 de mayo se anunciara el rescate basado en tres patas -la Unión Europea, el FMI y el BCE-, este porcentaje se desplomó hasta el 7,3%. Aunque también es cierto que el pasado jueves y viernes ya volvió a las andadas, al repuntar ligeramente (cerró la semana en el 7,71%). Lo mismo que ha ocurrido en el caso español.
Una de las primeras señales de que algo iba muy mal llegó en octubre, cuando las agencias Moody's y Fitch rebajaron la calidad de la deuda que emite Atenas. "Grecia es una amenaza para toda la zona euro", avisó un mes más tarde el entonces comisario de Asuntos Económicos y Monetarios, Joaquín Almunia.
Desde entonces hasta ahora, el Gobierno griego y sus socios europeos han jugado a un partido de pimpón en el que una parte pedía respaldo financiero y la otra exigía ajustes cada vez más estrictos en las cuentas públicas. En este juego, la pelota ha rebotado siempre sobre los mismos: los sufridos ciudadanos. En Grecia, el IVA ha pasado en los últimos meses del 19% al 23%, se han bajado los sueldos de los funcionarios una media del 16% y los pensionistas con más ingresos perderán sus dos pagas extra, además de otros recortes en el gasto de las administraciones y subidas de impuestos. La respuesta social ha sido contundente. Grecia ha vivido recientemente cuatro huelgas generales, y en la última murieron tres personas por un incendio provocado en una oficina bancaria.
Pero los recortes no se han limitado al alumno más retrasado de la zona euro. Irlanda ha rebajado el gasto social y el sueldo de los funcionarios un 5%. Portugal aumentó el viernes el IVA un punto, cobrará por las autopistas hasta ahora gratuitas y sube el impuesto sobre la renta. Y el presidente José Luis Rodríguez Zapatero anunció el pasado miércoles el mayor recorte social que se recuerda en España, con una bajada de los sueldos de los funcionarios del 5%, congelación en las pensiones y recortes en Dependencia y otras partidas. Francia, Reino Unido y Alemania también han anunciado medidas de ajuste en sus presupuestos. Los augurios sobre la inviabilidad del Estado de bienestar europeo se han hecho realidad en algunos países antes de lo previsto.
Si los problemas griegos ya preocupaban en todas las cancillerías, la mera posibilidad de que se extendieran a otros países generó una ola de pánico. Una buena muestra de ello se vio el 27 y 28 de abril, dos días en los que la agencia Standard & Poor's rebajó la calificación crediticia de Grecia, Portugal y España. Los tres casos no tienen nada que ver, porque Grecia se quedó al nivel del bono basura, mientras que España seguía con un notable alto. Pero la señal a los mercados era inequívoca: los problemas se agravaban y podían impactar de lleno en una de las grandes economías del euro: España.
Las Bolsas -que en esta crisis han actuado de coristas del verdadero protagonista, el mercado secundario de deuda soberana- sobrerreaccionaban en función de las noticias de cada día. Y la debilidad económica europea ha empujado a la moneda única a sus valores más bajos desde abril de 2006. El euro, que a mediados de 2008 llegó a cambiarse por 1,6 dólares, está ahora en torno a 1,239. A lo largo de este año ha perdido un 13,4% de su valor respecto al dólar. Y el paquete de ayuda de 750.000 millones no ha servido para darle nuevos bríos.
Otro termómetro que muestra cómo el riesgo asociado a determinados países casi ha estallado este mes es el que marcan los seguros contra impago o credit default swap (CDS). Es cierto que los CDS son instrumentos financieros muy poco líquidos y con un volumen de negociación muy bajo, pero también lo es que sirven para estimar la tendencia que marcan los inversores. Asegurar 10 millones de dólares de deuda griega costaba a finales del año pasado unos 150.000 dólares. Esta cifra se disparó en mayo hasta cerca de los 940.000 dólares, y ahora ha vuelto a caer hasta los 526.000. En el caso español, las cantidades son más moderadas, pero la tendencia es la misma: menos de 50.000 dólares en octubre, 275.000 a principios de mayo y 155.000 el pasado viernes.
"No dejaremos sola a Grecia", proclamó la canciller alemana el 11 de febrero, al término de una reunión vital con los líderes de Francia, Grecia, el BCE y la Comisión Europea. Pero desde entonces hasta ahora ha sido la propia Angela Merkel la que más reticencias ha puesto a un respaldo a Atenas sin ambages. Presionada por una opinión pública muy contraria a otorgar ayudas a un país que se ha permitido demasiadas alegrías y por unas vitales elecciones en el Estado de Renania del Norte-Westfalia, Merkel ha retrasado la operación y, según muchos analistas, al final ha acabado por encarecer su factura. "No lo creo. El coste final habría sido el mismo aunque no se hubiera tardado tanto. Ya se sabía que los 45.000 millones de los que se habló al principio bastaban sólo para cubrir la deuda de este año. La postura de Merkel sirvió para que Grecia se tomara más en serio el ajuste", replica el catedrático de la Universidad Autónoma Josep Oliver. "Hemos aprendido algo muy importante: los alemanes no tienen estómago político para asumir el peso del euro", responde Garicano.
Ella fue la que impuso la participación del FMI en el rescate con la idea de que el Fondo, organismo con experiencia en este tipo de operaciones, sabría cómo asegurarse de que no prestaba su dinero sin que el país rescatado tomara las políticas de ajuste necesarias. Y Merkel también ha sido la líder del sector que pedía a Papandreu medidas de recorte del gasto cada vez más drásticas.
Aquella cumbre de febrero fue la primera en la que la UE hizo oficial su intención de no dejar caer a Grecia. Pero no ha sido hasta el pasado fin de semana cuando este compromiso tomó cuerpo. Fue entonces cuando la UE, el FMI y el BCE sacaron el bazuca en forma de cientos de miles de millones. "El problema de estos meses ha sido una mezcla de la inoperancia de la Unión Europea y la no intervención del BCE en el mercado de la deuda. Porque lo que ha cortado el problema ha sido su participación, no la de los Gobiernos, que por ahora sólo han puesto palabras", señala el analista de Thomson Reuters.
Crespo señala una frase habitual en los círculos económicos de Estados Unidos -"Don't fight the Fed" [no luches contra la Reserva Federal, el banco central estadounidense]- para resaltar la importancia del paso dado por Trichet. "No hay que llevar la contraria al BCE. Y eso es lo que han hecho los inversores en la última semana. Cuando, en la mañana del pasado lunes, el BCE pidió precios para ordenar compras, las posiciones empezaron a subir inmediatamente", concluye.
Se cumple hoy una semana de una reunión en la que se respiró un ambiente parecido al que debió circular entre Washington y Nueva York en septiembre de 2008. Los días en los que se dejó caer al banco Lehman Brothers y estuvo a punto de ocurrir lo mismo con la aseguradora AIG se habló mucho del "riesgo sistémico", es decir, de que el sistema se viniera abajo. Y ese mismo peligro invocaron en la noche del viernes 7 de mayo Nicolas Sarkozy, Zapatero y Trichet. "Entre el miércoles y el viernes se notaron signos de que había riesgo presistémico en el interbancario. Síntomas que se trasladaron a los mercados de la renta fija soberana y de los CDS. La liquidez volvió a convertirse, como después de la quiebra de Lehman, en un asunto crítico. Fueron días de intensa preocupación, como demuestran las llamadas de la Casa Blanca y de la Reserva Federal. Algo que empezó en Grecia corrió el riesgo de contagiar al resto del sistema financiero, no sólo al euro. Hubo que poner un arma potentísima sobre la mesa", comenta Juan Luis García Alejo, de Inversis Banco. Esa arma iba cargada con 750.000 millones de euros.
Esta semana, los ánimos parecieron calmarse. La Bolsa subió el lunes como nunca. El Ibex vivió la mayor subida de su historia, del 14,4%. Las primas de riesgo se relajaron. Pero en el aire flota la duda sobre el éxito de este plan y sobre el impacto de los planes de ajuste en la recuperación económica. Tras la euforia del lunes, ha vuelto el miedo y las Bolsas han despedido la semana con fuertes caídas en la sesión del viernes. "El problema que tenía el rescate griego, y que sigue teniendo, es que no resuelve el problema de solvencia. Porque Grecia va a estar en tres años en una situación peor que la actual. Y así es imposible que pague la deuda que arrastra. Habría sido más creíble que Atenas anunciara en febrero una quita del 40% de su deuda. Porque si la economía no crece, da igual lo que se haga, la deuda es impagable", opina Garicano.
Comentarios
Publicar un comentario