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Artículo de The Economist sobre el Perú 2015

Una reforma laboral no expone los límites del pragmatismo
Ollanta Humala es veleta político de América Latina. Un ex oficial del ejército, en 2006 fue candidato a la presidencia de Perú (y perdió) como simpatizante de Hugo Chávez, su campaña financiada en parte por el dinero venezolano. En 2011 corrió de nuevo, esta vez como un discípulo del ex presidente izquierdista pero pragmática de Brasil, conocido como Lula, pidiendo "una gran transformación". Para ganar una elección de la salida de ese año se trasladó más hacia el centro, con la promesa de mantener las políticas económicas liberales que ayudaron a dar a Perú la tasa de crecimiento más rápido de las economías más grandes de América del Sur durante la década anterior.
En la oficina, eso es lo que ha hecho, mientras que hace poco a la deriva a una especie de populismo moderado de la centro-derecha-el modo por defecto de la política peruana desde la década de 1990. Su gobierno tiene una calidad esquizofrénico. Se ha caracterizado por una inestabilidad superficial está en su sexto primer ministro y ministro del Interior, sexto y un trasfondo de intriga.
El escándalo más reciente involucra a las afirmaciones de los líderes de la oposición y algunos de los antiguos partidarios del presidente que han sido espiados. El actual ministro del Interior, Daniel Urresti, es un general retirado del ejército que está siendo investigado por el cargo de asesinato de un periodista durante la guerra contra Sendero Luminoso grupo terrorista en la década de 1980. Sr. Urresti ha ayudado a elevar la tasa de aprobación del presidente al comportarse como un jefe de la policía hiperactivo, buscando siempre titulares incluso como delito empeora.
Al mismo tiempo, el señor Humala ha nombrado a un núcleo de tecnócratas capaces de ejecutar las políticas socio-económicas. Su gobierno está llevando a cabo una revisión de las escuelas del país, y el fomento de la innovación y la diversificación de la economía. Se trata de proyectos libres para nuevas carreteras y líneas de metro de la burocracia que los ata a la mesa de dibujo.
Tales esfuerzos son urgentes y deben ir más allá. El fin del auge de los productos básicos ha afectado Perú duro. La economía creció un 2,4% el año pasado, menos de la mitad la previsión del Gobierno. Alonso Segura, el ministro de Finanzas, insiste el crecimiento repuntará hasta el 4,8% en 2015. Sin embargo, no hay ninguna razón para creer que el rendimiento será mucho mejor que el año pasado. La caída en el precio del cobre, la mayor exportación de Perú, compensará las importaciones baratas de productos derivados del petróleo. La inversión pública se ralentizará porque los gobernadores regionales y alcaldes recién electos todavía están pensando cómo hacer su trabajo.
Las previsiones del Ministerio de Finanzas han perdido credibilidad. Se ha diagnosticado un choque estructural permanente como una falta temporal de la demanda. Se pala dinero en la economía el año pasado, con los recortes de impuestos adicionales y bonificaciones para los trabajadores públicos con salarios más bajos. Esto habría sido mejor gastado en atraer mejores maestros y administradores: la falta de financiación adecuada está socavando la reforma de la educación y otro dirigido a la profesionalización de la función pública. Pero el señor Humala ha bloqueado este, porque teme las críticas de los aumentos salariales para los funcionarios públicos de alto nivel, dice una información privilegiada.
Mientras Humala acepta la necesidad de reformas estructurales, han sido tímidos sus esfuerzos. Dos tercios de los peruanos trabajan en el sector informal, privado de toda protección laboral. Ante el temor de la oposición sindical, el presidente vetó el plan del equipo económico de liberalizar la legislación laboral extraordinariamente rígida del Perú. En cambio, en diciembre el Congreso aprobó una medida alentar a los empleadores a contratar a 18-24 años de edad en un régimen un poco más flexible. Modest que fuera, esta ley provocó marchas de miles de estudiantes. El 26 de enero el Congreso decidió que la ley no valía la pena el alboroto y derogó.
En un país que ha perdido la fe en sus líderes políticos, el índice de aprobación de Humala de alrededor del 30% se compara favorablemente con la de sus predecesores en la misma etapa en sus términos. En 2011 su coalición, llamada Gana Perú, ganó 47 de los 130 escaños en el Congreso. Pero sus legisladores fueron elegidos en su plataforma de Lula-esque; 13 han desertado de él, ya sea a causa de su desplazamiento hacia la derecha o por intrigas palaciegas. Se corre el riesgo de perder el control de la legislatura en los últimos 18 meses de su gobierno.
Por desgracia para Perú, que significa que es poco probable que las reformas que necesita para hacer frente al mundo económico más difícil que ahora enfrenta. En América Latina de hoy, no es el único. Cualesquiera que fueran sus fracasos en la lucha contra la corrupción, Enrique Peña Nieto de México, con sus ambiciosas reformas de la energía y las telecomunicaciones, se destaca como una excepción. "No es por casualidad que las reformas son tan difíciles", observó Fernando Henrique Cardoso, quien como presidente de Brasil en la década de 1990 promulgó muchos. Las reformas requieren convicción, la comunicación y la movilización de los posibles ganadores, por lo general un grupo más difusa que los perdedores. En estos conteos Humala está dejando peruanos hacia abajo.

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