Aunque sea la primera potencia económico a nivel mundial, lo cierto es que la pobreza en Estados Unidos es un problema ampliamente extendido en el país y que afecta a millones de personas.
A pesar de que el ideal del sueño americano ha sido una referencia habitual para explicar las oportunidades económicas que existen en el país, esto, al menos en los últimos tiempos, tiene más de leyenda que de realidad. Estados Unidos es el tercer país con mayor brecha de pobreza de la OCDE tras Sudáfrica e Italia, el cuarto con mayor proporción de población viviendo bajo el umbral de la pobreza y el séptimo con mayor desigualdad en ingresos. Todo ello de casi una cuarentena de países. Así, la pobreza y la desigualdad es tan característica del país como la riqueza y los grandes proyectos y éxitos.
No existen pautas muy definidas que expliquen los porqués de estos niveles de pobreza en un país con una potencia económica tan desarrollada como son los Estados Unidos. En muchos casos se argumenta como que la pobreza es una consecuencia directa de los fracasos personales, llegando incluso a cierta culpabilización de quien la sufre. Sin embargo, y de nuevo yendo más allá de los clichés que se mantienen sobre el país, Estados Unidos tiene importantes carencias en cuanto a garantizar un mínimo estado de bienestar a sus ciudadanos, lo que redunda en que las políticas para reducir la pobreza o la desigualdad tengan una incidencia mucho menor que en aquellos países donde hay fuertes programas de bienestar.
Esta cuestión del estado de bienestar es, en los últimos años, una de las cuestiones que más debate ha suscitado. Durante la presidencia de Obama se intentaron llevar a cabo programas tímidamente intervencionistas para dotar de un mínimo de cobertura sanitaria a las personas con menos recursos —el conocido Obamacare—, pero este tipo de políticas es algo que se rechaza tradicionalmente desde el Partido Republicano.
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